Por cerezas garrafales
íbamos juntos al huerto.
Con sus brazos de alabastro,
escalaba los cerezos,
y montábase en las ramas,
que se doblaban al peso.
Yo subía detrás de ella
y mis ojos indiscretos
su blanca pierna seguían,
y ella cantando y riendo,
les decía con sus ojos
a los míos: ¡Estaos quietos!
Luego hacia mí se inclinaba,
en los dientes ya trayendo
suspendida una cereza;
y yo mi boca de fuego
sobre su boca posaba;
y ella, siempre sonriendo,
me dejaba la cereza
y se llevaba mi beso.
© Victor Hugo
Se acaba la temporada. Si la han aprovechado, mejor. Las cerezas son salud. Y su textura, sabor y color inspiran para bien y para mejor a poetas y gourmets.
Este año, con las inundaciones de mayo, no ha habido suerte. Pero, el pasado tuvimos una cosecha extraordinaria en nuestro huerto. Y los pájaros las respetaron bastante. Tenían más de las que podían picotear. Las ramas se caían por el peso.
En primavera, las flores ya nos habían dado la oportunidad de hacer fotos muy atractivas para publicidad y prensa con las que anunciar la nueva estación.
En verano, recogí unos cuantos kilos de nuestras cerezas ecológicas, sin insecticidas. Les quité el hueso, con el deshuesador de aceitunas, y las congelé. Con ellas voy a hacer una de nuestras tartas favoritas, hasta que llega la temporada de los higos, clafouti de cerezas.
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